Pensamientos

Muchas veces voy por la calle y voy pensando en como contaros algo que me ha pasado, en como escribirlo o como decirlo. Luego llego a casa y el ordenador está ocupado, o tengo otras cosas que hacer y al final se me olvida, o simplemente cambio la forma de escribirlo. Pero siempre o casi siempre está ahí presente. El blog. Vuestros comentarios que me animan y me apoyan. Escribir que es una forma de desahogarse, sentirse apoyado o, simplemente, blasfemar e insultar a alguien sin que esa persona se entere. Pero (y aquí viene la palabra temida) y si alguien se entera de que este blog lo escribo yo? Es decir, fuera de las pocas personas que ya lo saben y pueden identificarme. Como se lo tomaría mi madre? Mis compañeros de trabajo? El resto de mi familia? Lo primero que se podría pensar es que estoy loca, completamente loca. Agobiarme y preocuparme tanto por el peso (aunque ahora estoy mucho mejor y casi no está), por chorradas, las discusiones con mi novio, mis taras mentales, al fin y al cabo. Que pasaría?
A veces pienso que sería una venganza estupenda contra mi madre. Esa mujer a la que quiero con locura, pero que me ha pasado tantas de sus neuras, temores y trastornos. Que intenta ser una madre "guay" pero no lo consigue. Durante mucho tiempo mi madre fue casi mi única amiga (y ya es triste reconocerlo), siempre iba con ella y mi padre, les acompañaba a todas partes. Siempre me he sentido muy adulta, y jugar con mi hermana nunca fue una buena idea, pero, por que? Quizá porque mi hermana fue responsabilidad mía hasta que me fui a la universidad? Porque teníamos que hacer todo juntas? Desde un cumpleaños de alguna amiga a ir al parque.
Me pongo a pensar en la vida de otra gente, de verdad dura y complicada, y lo mío ha sido un camino de rosas. Con espinas, eso sí, pero rosas al fin y al cabo. Sin embargo tengo muchas cosas que reprocharles a mis padres. Pero sé que no lo haré. De que me sirve? De hacer que mi familia se sienta mal? De vengarme y desahogarme? Me temo que como no cambien mucho las cosas, me servirá de experiencia para no hacer las cosas como ellos, para intentar hacerlo lo mejor posible.
Antes de ayer, trabajando, un paciente con el que tengo un pique extraño (yo soy atea y él dice ser pastor evangélico y creo que está intentando convertirme o algo así), me dijo que se me notaba que no había tenido una infancia feliz. Que se notaba que tenía una herida en el corazón. Me puse nerviosa, la verdad. No puedo evitarlo cuando alguien descubre algo de mí. Yo no soy fuerte, solo finjo serlo. Y cuando alguien me dice que lo soy, me siento vulnerable. El ser humano es capaz de soportar grandes dolores, tanto físicos como emocionales. Lo sé bien. Pero en mi caso, no puedo hacerlo si me enseñan lo que estoy sufriendo. Si no lo noto conscientemente, es como si no estuviera ahí, pero una vez que lo descubro, me hundo. Me pasó con 16 años cuando perdí la visión del ojo izquierdo. Tres operaciones, diez meses, para que al final solo se pudiera salvar el ojo por cuestión estética. Cuando me operaron la última vez pasé unos dolores horribles, tremendos. Me despertaba llorando de dolor y gritando. Un par de meses después mi madre me dijo que no sabía como podía haberlo aguantado, que ella no hubiera podido. Ahí, en ese momento, me derrumbé. Si no te quedan más cojones, lo aguantas y punto. No tienes opción. Ella seguro que de esto no se acuerda, pero yo sí.
Tengo varios momentos grabados a fuego en mi mente, la mayoría están en la trastienda, pero surgen cuando menos te lo esperas. Y sin embargo hay otras cosas que soy incapaz de recordar.
Soy complicada.